jueves, 24 de agosto de 2017

ESTILO DIRECTO E INDIRECTO, 7°

ESTILO DIRECTO E INDIRECTO PARA REPRODUCIR LO QUE DICEN LOS HABLANTES
Nivel: 7°

ESTILO DIRECTO
Es el que reproduce las palabras textuales* de alguien, en los escritos. Se presenta en, por lo menos, tres formas básicas, así:
1.      Se escriben dos puntos después del verbo (dijo, expresó, afirmó, contestó, etc.) y a continuación las palabras textuales, entre comillas. Ejemplo:

              El presidente Santos dijo: “Hoy ha terminado la guerra con las FARC”.

*palabras textuales: se repite exactamente lo que dijo el hablante.

2. En los cuentos, novelas, también se presentan las palabras textuales de los personajes usando rayas, así:
Harrison al fin pudo articular:
-No sé que haya ocurrido ningún asesinato aquí.
-No -dijo Poirot-. No es posible que lo sepa.

3. En las obras de teatro, se escribe el nombre del personaje seguido por dos puntos o por un punto y un guion. Ejemplos:
David.-    ¿Qué ha sido eso?
July.-       Parece un apagón.
David:  ¿Qué ha sido eso?
July:     Parece un apagón.

ESTILO INDIRECTO
Es el que reproduce lo que alguien ha dicho, pero sin emplear sus palabras textuales. 
Este estilo exige el uso de la conjunción “que” (o "si) y cambios en los tiempos verbales. 
Ejemplos:

El presidente Santo dijo que por fin hoy había terminado la guerra con las FARC.
  (Vea como se presentó este mismo ejemplo en estilo directo)

 Harrison por fin pudo decir que no sabía que hubiera ocurrido algún asesinato 
ahí. A lo Que Poirot le contestó que no era posible que lo supiera.
              (Vea como se presentó este mismo ejemplo en estilo directo)

En el estilo indirecto se emplean verbos que introducen una afirmación, una declaración
una negación, una opinión o una respuesta. Ejemplos:
   El dice que...   Ella afirmó que...   Ellos opinaban que...  Vosotros negasteis que... 
   Yo informé que...  Tú comentaste que...  Ellos recomiendan que...  El reo declaró que... 

PRÁCTICA, con “tips” (consejitos), para pasar del estilo directo al indirecto o viceversa.

Prácticas de transferencia de estilo directo a indirecto, o viceversa.

00a. Pasar del estilo directo al estilo indirecto, lo que dice el hablante en el
siguiente fragmento.

Un familiar chirrido hizo que Harrison volviese la cabeza a un lado. El asombro se reflejó en su 
semblante, pues la pulcra figura que avanzaba por el sendero era la que menos esperaba.
—¡Qué alegría! —exclamó Harrison—. ¡Si es monsieur Poirot!   
(Nido de avispas, A. Christie)

Solución
Harrison exclamó que qué alegría, que era Monsieur Poirot.__________________________

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 Tips
De directo a indirecto
-Sólo se cambia lo que alguien dijo textualmente.
-Al cambiarlo, se usa la conjunción “que” y cambian los tiempos de los verbos.
-Comienza nombrando al hablante (su nombre, un pronombre, su oficio, etc.). Ver ejemplo 00a.
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Pasar del estilo directo al indirecto lo resaltado o señalado con llaves, en los siguientes
fragmentos. Lo resaltado corresponde a lo que dice textualmente el hablante o los hablantes.

01. En efecto, allí estaba Hércules Poirot, el sagaz detective.
      —¡Me siento encantado —aseguró Harrison sinceramente—. Siéntese y beba algo.   

                                                                                   (Nido de avispas, A. Christie)

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Rectángulo: esquinas redondeadas: “Tips”
De indirecto a directo
-Se excluye la conjunción “que”.

-Los verbos, si están en pasado, 
generalmente deben escribirse en presente.

-Se puede comenzar nombrando el hablante. Ver ejemplo 00b.
00b. Pasar de estilo indirecto a directo lo resaltado. Lee los “Tips”.
El Corralero bailaba muy grave con La Lujanera, pero sin ninguna luz. Llegaron a la puerta y gritó 
que fueran abriendo cancha, que la llevaba dormida.    
                                                       (Hombre de la esquina rosada, J. L. Borges)

Solución
El Corralero gritó: “Abran cancha, que la llevo dormida”. o
Abran cancha —gritó el Corralero—,  que la llevo dormida.

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Tips
   De indirecto a directo
  -Se excluye la conjunción “que”.
  -Los verbos, si están en pasado, generalmente deben cambiarse al tiempo presente.
  -Se puede comenzar nombrando el hablante. Ver ejemplo 00b.
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01. La sirvienta se presentó y don Illán le dijo que asara las perdices.
(El brujo postergado, Don Juan Manuel)
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MEJORAMIENTO 7°, 2° Período. Lectura

El gato negro
Edgar Allan Poe (Boston, EE.UU. 1809 - Baltimore, EE.UU. 1849),
(Traducción de Julio Cortázar)
      No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales.
     Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.
Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.
     Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla.
     Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle.
     Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, empero, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor.
     Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad.
     Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de lo sucedido.
     El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más misericordioso y más terrible.
     La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: "¡Incendio!" Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve que resignarme a la desesperanza.
No incurriré en la debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divisorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre habíase reunido frente a la pared y varias personas parecían examinar parte de la misma con gran atención y detalle. Las palabras "¡extraño!, ¡curioso!" y otras similares excitaron mi curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie, grabada como un bajorrelieve, aparecía la imagen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del pescuezo del animal.
     Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror. Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al producirse la alarma del incendio, la multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las llamas y el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver.
     Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido impresionó profundamente mi imaginación. Durante muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar.
     Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy grande, tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho.
     Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronroneando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente andaba buscando. De inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él. Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito de mi mujer.
     Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera una emanación de la peste.
     Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa, que aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstancia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros.
     El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal.
     Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!
     Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso -pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado eternamente sobre mi corazón.
     Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborrecimiento de todo lo que me rodeaba y de la entera humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba.
Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies.
     Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas.
     El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se veía la saliente de una falsa chimenea, la cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano. Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los ladrillos en esa parte, introducir el cadáver y tapar el agujero como antes, de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo sospechoso.
     No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mampostería en su forma original. Después de procurarme argamasa, arena y cerda, preparé un enlucido que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado. Concluida la tarea, me sentí seguro de que todo estaba bien. La pared no mostraba la menor señal de haber sido tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: "Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano".
10%2Bel%2Bgato%2Bnegro72(2)     Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de tanta desgracia, pues al final me había decidido a matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto animal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del crimen sobre mi alma.
     Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre! ¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó mucho responder. Incluso hubo una perquisición1 en la casa; pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad futura me parecía asegurada.
Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se presentó inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa inspección. Convencido de que mi escondrijo era impenetrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales me pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta vez, bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un solo músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de aquel que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al otro del sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho y andaba tranquilamente de aquí para allá. Los policías estaban completamente satisfechos y se disponían a marcharse. La alegría de mi corazón era demasiado grande para reprimirla. Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una palabra como prueba de triunfo y confirmar doblemente mi inocencia.
     -Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la escalera-, me alegro mucho de haber disipado sus sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy bien construida... (En mi frenético deseo de decir alguna cosa con naturalidad, casi no me daba cuenta de mis palabras). Repito que es una casa de excelente construcción. Estas paredes... ¿ya se marchan ustedes, caballeros?... tienen una gran solidez.
     Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver de la esposa de mi corazón.
     ¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de los demonios exultantes en la condenación.
     Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. Por un instante el grupo de hombres en la escalera quedó paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!

1 perquisición: pesquisa, indagación, investigación, tanteo.

jueves, 10 de agosto de 2017

MEJORAMIENTO 7º, 2º Período. Guía

Colegio Técnico Palermo, I.E.D.
ACTIVIDADES DE MEJORAMIENTO para el 2º período de 2017
Docente: Miguel Cardinale - Asignatura: Lengua Castellana - Grado:  Cursos: 701 y 702

Objetivo: Reforzar el aprendizaje de los temas estudiados, principalmente, durante el segundo período, con énfasis en las tipologías narrativa, informativas o expositivas y argumentativas, e igualmente los componentes y elementos de la narración, el enriquecimiento de vocabulario y algunos aspectos gramaticales. Nota: se entiende que también sea necesario recordar o repasar algunos temas del primer período. Téngase en cuenta, además, que no es lo mismo seguir los procesos de enseñanza aprendizaje durante un período escolar que realizar un trabajo tras haber terminado dicho período.
Este trabajo es para quienes sacaron una nota de 2,9 o menor en el 2° Período. De acuerdo con la buena calidad y la sustentación del trabajo presentado, la nota del 2ª período podrá subir a un máximo de 3,0; pero si la calidad del trabajo y su sustentación son deficientes, no se subirá a ese máximo de 3.0.
Fecha de entrega: en la semana entre el 28 de agosto y el 1º de Sept., de 2017, o antes. El trabajo puede ser entregado al docente en cualquier momento, y no necesariamente durante la hora de la asignatura. Es importante que el estudiante pida al docente una firma y fecha de la recepción del trabajo bien sea en la agenda o en otro papel que pueda guardar como prueba de su entrega.
Modalidad del trabajo: individual. Puede consultar lecciones, diccionarios, o internet. Al ser un trabajo individual y con varias respuestas que deben responderse con palabras propias, no deben aparecer respuestas copiadas o iguales entre los estudiantes.
Presentación: manuscrito, en papel blanco (cuadriculado o con rayas), tamaño carta, sin carpeta ni portada; escribir nombre, fecha y curso, en la parre superior de la primera página, usar tinta negra o azul. La idea es ahorrar papel. 
Instrucciones: Escribir cada pregunta seguida por la respectiva respuesta. No se aceptan trabajos digitados ni escritos por otra persona diferente al estudiante). El trabajo se debe sustentar oralmente, según lo considere pertinente el docente. Para la sustentación es importante que el estudiante guarde una copia de su trabajo para poder repasar y prepararse si se le convoca a sustentación.
Temas y guía del trabajo de mejoramiento
Cuento: “El gato negro”, de Edgar Allan Poe (en http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/gato.htm) Es importante que se lea la versión traducida por Julio Cortázar ya que hay muchas versiones en español según los diferentes traductores de la versión original en inglés al español.
1. Haz una primera lectura exploratoria, rápida, del cuento “El gato negro”, prestando especial atención el
   vocabulario. Escribe el significado de cada una de las siguientes palabras o expresiones: sucinto, docilidad,
   abnegación, metamorfosis, intemperancia, descomedido, insondable, vejar, suplicio, enlucido, vasto, vedar,
   aversión, quimera, patíbulo, cadalso, agobio, melancolía, emparedar.  Se recomienda hacer un mínimo de
   dos lecturas del cuento.
2. Narrador: ¿Quién es el narrador en este cuento? ¿Qué clase o tipo específico de narrador es?  Las
   opciones son: narrador protagonista en 1ª persona / testigo objetivo en 3ª persona / testigo subjetivo en 3ª
   persona / omnisciente (sabe todo sobre lo que hacen y piensan los personajes). Justifica tu respuesta sobre
   el tipo de narrador, apoyándote sobre cómo se cuenta la historia.
3. Protagonista: ¿Cómo se describe el protagonista a sí mismo, de niño y de adulto?
4. ¿Quiénes son los otros personajes importantes, aparte del protagonista? ¿Cómo eran estos personajes?
5.  Según el narrador, en el segundo párrafo ¿por qué el amor de los animales puede ser mejor que el de los
     humanos? Resúmelo con tus palabras, sin reproducir o transcribir (literalmente) lo que dice el texto.
6.  Según el narrador, ¿Cuáles fueron dos causas para que cambiara su carácter y se volviera violento?
7. ¿Cuáles fueron los dos actos muy violentos que protagonista cometió contra el gato?
8.  Explica por qué, después de que un incendio destruyó su casa, el protagonista dice: “No incurriré en la
     debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción.” Explica con
     tus palabras a qué se refiere.
9. ¿Qué cosa extraña apareció en un tabique o pared que no se quemó por el incendio? ¿Qué explicación le
     dio el protagonista a la aparición de esa cosa extraña? Según tu opinión, como lector o lectora, ¿qué
     razón se le puede dar a esa aparición?
10. ¿Cuáles era los dos rasgos que hacían parecido el nuevo gato a Plutón? ¿Cuál detalle ere diferente entre
      los dos gatos?
11. ¿Qué figura le pareció descubrir al protagonista en la mancha blanca del nuevo gato? Puede decirse que
      la figura que ve el protagonista en la mancha es una ilusión y no una realidad, ¿en qué podemos
      basarnos, como lectores, para decir que la figura que ve el protagonista es solo una ilusión o alucinación?
12. Explica con tus palabras por qué el protagonista termina matando a la mujer. 
13. Resume con tus palabras por qué o de qué manera los policías descubren el asesinato que había cometido el protagonista.
14. Según tu opinión, cómo se puede explicar que el gato negro aparezca sepultado junto con la mujer en la
      tumba, si el gato había huido.
15. Explica con tus palabras y con ejemplos tomados del cuento la importancia que tiene el remordimiento en
     el relato.
     
Sustantivos y adjetivos.
Así como el sustantivo docilidad se relaciona con el adjetivo dócil…   
16. el sustantivo virilidad se relaciona con el adjetivo __________.       21. virtud se relaciona con el adjetivo ______________.
17lucha se relaciona con el adjetivo ________________.                      _______________.
18sagacidad se relaciona con el adjetivo _______________.              
19. infamia se relaciona con el adjetivo _________________.
20quimera se relaciona con el adjetivo ________________.
21. virtud se relaciona con el adjetivo ______________.

23. fama se relaciona con el adjetivo _____________.
24. libertad se relaciona con el adjetivo
22. vejez se relaciona con el adjetivo_______________.

Clasificación de los sustantivos.
25. ¿Qué es un sustantivo común? Escribe cinco ejemplos sacados del cuento “El gato negro”.
26. ¿Qué es un sustantivo propio?  Escribe cinco ejemplos.
27.  Tipográficamente, ¿cómo se diferencia un sustantivo propio de uno común?
28. ¿Qué es un sustantivo concreto? Escribe cinco ejemplos sacados del cuento “El gato negro”.
29. ¿Qué es un sustantivo abstracto? Escribe cinco ejemplos sacados del cuento “El gato negro”.
30. ¿Qué es un sustantivo individual? Escribe cinco ejemplos.
31. ¿Qué es un sustantivo colectivo? Escribe cinco ejemplos.

Sustantivos individuales y colectivos. (20 puntos)

Frente a cada sustantivo individual, escribe su respectivo sustantivo colectivo. Por ejemplo, soldado → ejercito.
32. perro →          33. olivo →           34. pez →            35. caña →          36. estrella →

Frente a cada sustantivo colectivo, escribe su respectivo sustantivo individual. Por Ej., arboleda es un conjunto de árboles.
37. enjambre        38. rebaño 39. cardumen 40. piara  41. feligresía      42. pinacoteca      43. hemeroteca
44. biblioteca        45. flota  46. hormiguero     47. pinar 48. Caballería       49. pandilla           50. rosaleda              


Reglas básicas de acentuación: marcación del acento ortográfico (9 puntos)
51. ¿Cuál es la diferencia entre sílabas tónicas y átonas?
52. Escribe 10 palabras de tres o cuatro sílabas y subraya, con precisión, la sílaba tónica de cada palabra.
53. Escribe 10 palabras de dos sílabas y subraya, con precisión, la sílaba átona de cada palabra.
54. ¿En qué casos se les marca la tilde a las palabras agudas? Escribe cinco ejemplos.
55. ¿En qué casos no se les marca la tilde a las palabras agudas? Escribe cinco ejemplos.
56. ¿En qué casos se les marca la tilde a las palabras graves o llanas? Escribe cinco ejemplos.
57. ¿En qué casos no se les marca la tilde a las palabras graves o llanas? Escribe cinco ejemplos.
58. A todas la palabras esdrújulas y sobresdrújulas se les marca la tilde. Escribe diez ejemplos de palabras
      esdrújulas y cinco ejemplos de palabras sobreesdrújulas.
59. ¿En qué casos se les marca la tilde a las palabras compuestas? Escribe cinco ejemplos.

Práctica sobre acentuación. Ubica cada una de las siguientes palabras en las casillas de una tabla (como la que se proporciona aquí), según su clasificación por el acento (prosódico u ortográfico). Puedes pegar esta tabla en tu trabajo y escribir las palabras en las casillas. A ninguna palabra se le ha puesto la tilde, a propósito, por razones de aprendizaje. Tú les escribes las tildes a las que deban llevarla. Si es necesario, consulta un diccionario. (30 puntos)

remision – esfinge – Perez – especial – empirico – especies – inhabil – ambar – disculpas – canape – carcaj – consegui – caridad – esparcelo – biceps – albumes – participen – . espiritu – caeras – astuta – resplandor – Paris – mamut – llevasela – onix –anis – tenaz – idolo – caliz – desierto -

Agudas con tilde
Graves con tilde
Esdrújulas y sobresdrújulas
60.
72.
84.
61.
73.
85.
62.
74.
86.
63.
75.
87.
64.
76.
88.
65.
77.
89.
Agudas sin tilde
Graves sin tilde

66.
78.

67.
79.

68.
80.

69.
81.

70.
82.

71.
83.


Los desatinos del nuevo Código de Policía (adaptado)   (11 puntos, preguntas 90 a 101)
Por: Sebastián Lalinde* - 9-Jun.-2016 – El Espectador

El Código de Policía que se está discutiendo en el Congreso dice que su finalidad es la prevención y la convivencia. Pero no es muy claro que estos sean sus fines. Por el contrario, pareciera que los fines fueran convertir infundadamente en indisciplinados sociales a poblaciones vulnerables y estigmatizadas.
    Doy cuatro ejemplos de por qué creo que el proyecto de código no está dirigido a la prevención. Primero, el código sólo permite las protestas que busquen un “fin legítimo”. En otras palabras, quienes quieran protestar por algo que las autoridades no consideren un fin legítimo no lo podrán hacer, y en un caso extremo, podrían apelar a la lucha armada. Esto obviamente no es prevención.
    Segundo, para el código en discusión está prohibido vender dulces en buses de servicio público. Un Estado que no asegura el pleno empleo no tiene legitimidad para prohibirle a la gente rebuscarse la vida honradamente. Si el Estado no los quiere en las calles, los debe reubicar en sitios adecuados para que se ganen la vida. ¿Qué tal que a alguien le dé igual robar que vender dulces en los buses porque sabe que en ambos casos debe esconderse de la Policía? Si esto pasara, la prohibición de ventas en el servicio público de transporte no prevendría ni mejoraría la convivencia, porque indirectamente incentivaría el delito.
    Tercero, el código en trámite prevé, que las personas no tienen intimidad en los espacios públicos, y pretende entrelazar todas las cámaras de seguridad públicas y privadas a una red de la Policía. Los estudios empíricos demuestran que las cámaras de seguridad no necesariamente sirven para prevenir la delincuencia. Si no hay certeza de que las cámaras tienen un carácter preventivo, es injustificado limitar nuestro derecho a la intimidad y tenernos bajo sospecha y vigilancia constantes.
    En vez de vigilar a la ciudadanía, las cámaras se deberían utilizar en lo que sí han mostrado resultados: para controlar a los policías. En Estados Unidos muchos policías tienen una cámara en sus uniformes que registran todas sus actuaciones. Gracias a estas cámaras, hace un par de semanas se conoció un caso en el que un policía mató con un arma de electrochoques a un ciudadano indefenso. En cambio, en Bogotá una persona transgénero murió en la UPJ hace unos meses y, por falta de cámaras, no sabemos aún si se suicidó o si los policías la golpearon hasta matarla, como se denunció.
    Cuarto, el proyecto de código prohíbe el ingreso a conciertos de personas que al desplazarse a él o durante el mismo porten o consuman alcohol. Hay que tener mucha fe para creer, por ejemplo, que las personas que vienen a Bogotá de otros lados para ver a estos artistas que sólo se ven una vez en la vida, que llevan montadas en un bus varias horas, que pagaron una boleta que generalmente es cara, que caminando hacia el concierto llevan una cerveza en la mano y que la Policía por eso no las deja entrar, se van a devolver tranquilamente a la terminal a coger un bus de regreso. ¿A nadie se le ha ocurrido que esta gente podría alterarse y armar un desorden a la entrada? ¿Es esto prevención?
La estigmatización legal
Como decía al principio, además de que este código no siempre previene comportamientos indeseables, legaliza la estigmatización de ciertos sectores de la población. Por ejemplo, vemos que las labores de vigilancia de la Policía son selectivas, es decir, que recaen preferentemente sobre personas con ciertos perfiles (pobres, negros, jóvenes, gente con pinta de alguna tribu urbana, etc.), y el código impide cuestionar esta selectividad. Pienso también que el derecho penal y la cárcel muchas veces producen más problemas de los que realmente resuelven, me preocupa que conductas tan reprochables como el abuso y la explotación sexual de menores o la prostitución forzosa se resuelvan con una simple multa, dejando a las víctimas desprotegidas. Hoy, estas conductas son delitos. Pero el Código de Policía también las convierte en contravenciones. Me explico: las conductas punibles más graves son delitos sancionables con una pena, mientras que las menos graves son contravenciones sancionables con una medida correctiva, como la multa. Por eso, es raro que la explotación sexual pase a ser contravención.
    “La Policía de hoy no resuelve los problemas de la comunidad, sino los problemas del Estado”, dijo, según recuerda Mauricio García Villegas en “Jueces sin Estado”, un fiscal, al lamentarse de la desaparición de la policía cívica, de esa policía próxima a la población en la que pensó la Constitución de 1991 al establecer para ella una naturaleza civil y no militar. Si el proyecto de Código de Policía no se modifica y se convierte en ley, esta será la mejor frase para describirlo.

Consulta y escribe el significado de las siguientes palabras.
90.vulnerable        91. estigmatizar                   92. empírico         93. punible.

94. Resume con tus palabras la idea o tesis principal que el autor va a demostrar o respaldar con razones en
     este artículo de opinión. Resume con tus palabras o transcribe (copia) los cuatro argumentos o razones que
     da el autor para demostrar su tesis.
95. Primera razón
96. Segunda razón.
97. Tercera razón.
98. Cuarta razón.
99. ¿Cuál es la afirmación que cita el autor para usarlo como conclusión de su argumentación?
100. ¿Cuál es la diferencia entre delito y contravención , según la información el penúltimo  párrafo?
101. Opinión personal. En el caso de que las directivas del Colegio Palermo decidan instalar cámaras de seguridad en las afueras del colegio y en los patios y pasillos, ¿estarías de acuerdo con esa medida? Justifica por qué sí o por qué no estarías de acuerdo con la instalación de cámaras de seguridad redactado uno o dos párrafos breves al respecto. Escribe tus ideas separándolas con puntos (y comas si es necesario), de modo breve, claro y preciso. Recuerda escribir un texto breve que no pase de media página.